Bien es sabido que las personas superdotadas intelectualmente se enfrentan en muchos casos a una serie de dificultades vitales que les afectan día a día y con más intensidad en los primeros años.
Tales problemas, con gran frecuencia subestimados, encuentran fundamento en las peculiares pautas del desarrollo mental superior y, sobre todo, en la adecuación -o falta de adecuación- entre esos procesos de crecimiento y otros factores, ya sean propios, externos o ambos.
La realidad es que el desarrollo de las diversas facultades humanas no se da al mismo tiempo. Las personas desarrollamos distintas áreas de nuestra personalidad en veces distintas. Como ejemplo podemos pensar en muchos de los cambios naturales que se producen durante el período de la adolescencia. Verbigracia, ser capaz fisiológicamente de mantener relaciones sexuales no significa estar preparado/a para ello en un plano psicológico.
En el caso que nos toca, el de la persona superdotada, ocurre algo parecido y, si cabe, más delicado, pues se suma al resto. La edad mental del niño o niña no equivale a su edad cronológica. Mentalmente es capaz de pensar como correspondería a niños mayores que él, pero su entorno, afectos, etc., no le acompañan en igual grado.
Ese desfase, esa falta de sincronización (sin-cronos, en el mismo tiempo), es lo que se conoce como Síndrome de Disincronía, o disincronía (a tiempo distinto). Consiste en un desarrollo intelectual, afectivo, social, y también físico y motor irregular y no acompasado, que tiene consecuencias muy negativas para el niño o niña que presenta superdotación intelectual.
Este síndrome fue descrito por el psicólogo Jean-Charles Terrassier en el año 1994, quien lo definía así:
Desarrollo heterogéneo específico de los sujetos intelectualmente superdotados”.
Diplomado por el Instituto de Psicología de París-Sorbona y habiendo trabajado muchos años como orientador escolar, sostuvo la tesis de que los alumnos superdotados sufren la falta de paralelismo o adecuación entre distintas facetas de su progreso académico y personal y ello dificulta no sólo su expresión como sobre dotados sino un ritmo normal de aprendizaje.
Tapa original del libro Los niños superdotados, del psicólogo francés, en que explica sus tesis.
Estableció varios tipos de disincronías, que pueden agruparse en dos bloques: la disincronía externa (o social) y la interna.
En el primer caso, la social, incluye:
1.Disincronía niño-escuela, que se produce porque el desarrollo mental del superdotado es mayor al del resto de la clase. Al verse obligado a seguir un ritmo de estudios inferior al que sus capacidades le permiten, obtendrá resultados mediocres o llegará a tener dificultades para adquirir disciplina y se frustrará con rapidez. Puede presentarse fracaso escolar.
2.Disincronía niño-padres, patente cuando los padres no estimulan ni tratan adecuadamente la precocidad, el talento o la superdotación de los niños.
En el segundo caso, la disincronía interna se refiere a:
1.Disincronía entre inteligencia-psicomotricidad (dificultades para coordinar una gran agilidad mental con los torpes movimientos de las extremidades infantiles).
2.Disincronía entre distintos sectores del desarrollo intelectual (como razonamiento-lenguaje, caso en el que al principio les cuesta expresar los pensamientos con verbo).
3.Disincronía capacidad intelectual-afectividad. Este caso suele hacer sufrir en mayor medida a infantes y familiares. Consiste en una incapacidad para procesar tanta riqueza mental, en una dificultad a la hora de comprender las emociones, los propios temores y angustias, de forma madura.
Como podemos ver, los problemas que suelen aparecer en niñas y niños superdotados, tienen que ver con estos desajustes o desfases entre áreas del crecimiento personal, y no con las capacidades en sí, como suele pensarse.
Sería pues la falta de integración propia y en el conjunto social el verdadero talón de Aquiles; lo que ocasionaría desequilibrios capaces de generar conductas de represión de la intelectualidad. El niño o la niña, llega a verse en la situación de tener que “disimular” su valía para formar parte, como un miembro más, del grupo, y así obtener la aceptación de sus iguales y familiares, y eliminar envidias o rencores
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